jueves, 1 de enero de 2015

Tiempo.

El tiempo no se mide con relojes, amaneceres o calendarios inventados por alguien que estaba aburrido, el tiempo es algo muchísimo más complejo: está dentro nuestro. Como la respiración, que a veces se acelera, se acelera, se te está por escapar el corazón de la garganta y te calmas, baja, respiras hondo, te controlas. Así es el tiempo, a veces corre, y vos en el intento de pararlo te perdes la vida pensando en él. Estas en un momento y te pones a pensar "NO QUIERO QUE TERMINE NUNCA", muchas veces durante el momento te pones a llorar porque sabes que es fugaz, pero eso es un grave error. La mejor manera de congelar el tiempo es disfrutar los momentos como cuando saboreas una comida muy rica, con los ojos cerrados, entre en paladar y la lengua, y te hundís en esa sensación. Disfrutar un momento viviendolo, sacando fotos y siendo consciente de que lo queres atesorar. Tenemos una máquina del tiempo que es la memoria. Donde quieras, cuando quieras, podes volver al momento en que más feliz fuiste, o al peor, o a uno que no tiene sentido.
Cuando estas mal y deseas con toda tu alma que pase el tiempo, el hijo de puta se va despacio, cagandose de risa en tu cara.
Cuando estas mejor que nunca y te gustaría congelarlo, pone cuarta y te saluda por la ventanilla y vos ahí parado, viendo al maldito tiempo hacer siempre lo contrario a lo que queres.
Eso pasa porque nuestro deseo de controlar el tiempo es lo que lo desordena. La mejor manera de poder controlar el tiempo es dejar de querer hacerlo. Es vivirlo segundo a segundo, tanto cuando estas del orto como cuando estas siendo infinito, siempre vivirlo a pleno. Porque no podes decidir desaparecer un par de meses para que pase lo malo, o vivir quince veces un día, sólo se puede aprovechar el tiempo para sanar las heridas, o exprimir los mejores segundos para morirte siendo una persona minada de buenos recuerdos.

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