Un disgusto. Una cosa en el pecho.
Ardor, presión, incomodidad.
Sin disimulación,
la cara se transforma.
No lo sabes, pero acá viene.
No te das cuenta, pero va a pasar.
Analizas el recorrido del aire,
que se espesa.
Deja de ser involuntario:
tenes que tomar el oxígeno,
meterlo a la fuerza en los pulmones y dejarlo escapar.
¿Dónde está el oxígeno?
Tu cara empeora.
Cuidado,
se van a dar cuenta.
Te van a ver.
Desesperación, huida.
Deberías ver tu cara,
cuando buscas aire libre.
No pienses que eso te va a salvar,
está pasando,
vos te lo buscaste.
Ya no hay oxígeno,
y ahora vamos por tu visión:
no vas a ver nada.
Escala de grises.
Menos mal que decidiste salir,
no querés que te vean así. Débil.
¿O sí?
Bueno, no ves ni respiras.
¿Qué puede ser peor?
¡Ya sé!
La angustia empeoraría todo..
Dale, llorá.
Preguntate por qué estas llorando y sollozá,
estas sola.
Necesitas a alguien.
¿A quién?
Nadie te ve.
¡Ayuda!
Nadie te escucha.
En realidad no gritaste nada,
no podes hablar.
Llorá más.
No respiras.
¡Ayuda!
No ves.
El pecho está contaminado de dolor,
y lo que más te duele es la incertidumbre:
¡¿QUÉ CARAJO ME PASA?!
Nada, sentís que te estas muriendo,
pero te pasa por pensar demasiado.
Bienvenida al mundo del panic attack.
No hay comentarios:
Publicar un comentario