
Hoy vi en la calle a un nene en pañales jugando con un autito. Hacía ruidos extraños y levantaba tierra. También note que era feliz. Me puse a pensar, cómo podía, un niño con la mitad de mis años, dejarme pensando así en él, cuando sólo se estaba entreteniendo con un simple juguete.
El pequeño hoy es feliz, porque su mundo es de color rosa. Mañana, cuando crezca, va a empezar a chocar con la realidad, va a intentar volver a ser feliz estando semidesnudo en la calle con un auto pero, lógicamente, no lo va a lograr.
A lo que quiero llegar es que, cuando somos chicos, imaginamos la vida de un manera, y es por eso que las cosas simples nos hacen felices. Pero cuando los años pasan, nos damos cuenta de que la vida no es así, comenzamos a ver la realidad.
No pienso que la realidad nos haga infelices, sólo que en la niñez todos imaginamos que la vida de papá o mamá es lo más, pueden manejar, dormirse tarde, manejar su dinero, no tienen padres que le den órdenes, etc. Pero cuando estamos en sus lugares, queremos volver al tiempo en que la peor desgracia eran las tareas de viernes.
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