Dignas de ser escritas son esas pequeñas expresiones del cuerpo que gritan por ser atendidas. Desesperados mensajes inconscientes que delatan las palabras reprimidas. Espectaculares.
Puedo atacarte con mi elocuencia y disfrazar con elegancia esta debilidad que me consume, pero el deseo es como el agua, y se me escapa de las manos.
Perdoname por tirarte el pelo cuando me besas, es que ya sé que tu amor es noctámbulo, y está amaneciendo. Yo te perdono por morderme el labio y clavarme los dedos en la nuca, entiendo que estas pensando en que estas en el lugar equivocado -con la persona equivocada-, fingiendo que nos queremos, o que somos novios, o que no hay cosas de que hablar.
Cuando escondo la cara en tu cuello me hundo en vos y no puedo dejar de repetirme que somos un rato, que estamos perdiendo el tiempo, y que los abrazos sin amor son muy vacíos. Me gustaría preguntarte si te das cuenta de que te abrazo fuerte para que no te vayas, o de que te agarro la mano entre las mías para disfrutar cada centímetro de vos, cada -miserable- instante que me dedicas.
La cuenta regresiva llega a cero, y no logro distinguir si tu tiempo es poco o si yo soy insaciable y nunca tengo suficiente de vos. Puede que sea 50/50. Perdoname por tomarme tanto tiempo en dejarte ir, es que me desespero de ganas de decirte que quiero dormir al lado tuyo, o aunque sea estar cagada de frío en esa esquina mirandote a los ojos, porque soy una boluda, una boluda muy ambiciosa.
Me da miedo que en una de esas inmemorables noches de vodka barato se me agriete el muro que puse entre nosotros. Me da miedo que se escape un rayito de luz, porque -obviamente- te vas a encandilar. No confío en que mi boca filtre las miles de cosas con vos que tengo en mente. Qué miedo ser esclava de mis pensamientos. Sumisa de un ratito tuyo. No tengo idea de cuánto te puedo llegar a durar, sólo ruego que corras antes de que mis entrañas te confiesen todo.
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