lunes, 10 de agosto de 2015

Capítulo uno

Todo se siente distinto desde que asimilé la idea de que:
  1. la felicidad, 
  2. la paz con uno mismo, 
  3. el amor propio, 
  4. el amor sano, y 
  5. los cuentos de princesas, 
no eran para mi.

Un día me desperté con el rimmel corrido y la garganta seca, me miré al espejo y lo supe: era un escéptica de la vida. Un desastre que no cree en nada, eso soy.

Las salidas son, sin dudas, la mejor parte de "ser grande"; aunque más de una vez te despertas con ganas de no haber salido. Ésta era una. Abrí los ojos y quise cerrarlos para siempre. Estaba en mi departamento y me había dormido un montón de horas, intentando escapar de la noche anterior.
Me vi en el espejo vacía y decepcionada. Con una marca en el cuello que no me dejaba olvidar que otra vez era yo la que se arruinaba la vida. Evitaba agarrar el celular porque era obvio que iba a tener mensajes de Victoria, que ya se preguntaría por qué dormía tanto.


Con una bola de fuego en el pecho que quería ser llorada y la mandíbula apretada le dije:
-Perdoname, perdoname, perdoname.
No había otra palabra porque yo ya no tengo palabras para mi. Soy inexplicable. No podía llorar porque ya lloré 20 años, no me puedo permitir llorar más. Llegué a un punto del dolor que no lo siento, estoy inmunizada a mi veneno. El problema es que maté todo a mi alrededor. La envenené a Victoria.

Una salida con amigas es el escenario perfecto para que una imbécil como yo arruine todo. Salí con las amigas de Viqui, pero ella decidió quedarse estudiando. Una decisión que de ser distinta podría haber cambiado todo.

-Perdoname, perdoname, perdoname.

Bailando en el boliche bajo el efecto del alcohol y alguna otra cosa que mi consciencia no aceptó, me encontré con una cara conocida y pensé que era divertido observarla. Cuánto tiempo pasó, qué cambiado está.. Es así como volví a tomar una decisión de mierda, y esa decisión -como siempre- arruinó todo. Perdoname.

Una mano que jugaba con mi pelo y una boca en mi cuello me despertaron un Domingo. Abrí los ojos y reconocía ese lugar, lo miré y se me partió el alma en pedazos. El que me despertaba era Francesco. ¡Perdoname!
Mi expresión de horror fue evidente, y él tuvo que reprimir su sonrisa dorada matutina. Me incorporé alejandome de él y tapandome, porque estaba desnuda y no quería que me viera. Aunque la desnudez de los dos revelaba una noche de sexo. Una noche que no tendría que haber terminado así. Bajo ningún punto de vista. Perdoname.
Empecé a llorar en silencio mientras recorría la habitación con la mirada buscando mi ropa. Sentía fuego adentro del cuerpo, porque sabía la cagada que me había mandado. Perdoname. Me desperté en un infierno con un demonio de jopo rubio oscuro que me miraba con los ojos brillantes desconcertados. Creo que si algo podía empeorar la situación era que él esperara despertarnos y cucharear toda la mañana como si fuera normal la situación.
Me vestí con urgencia mientras revoleaba la ropa de cama en busca de mis cosas. Él permanecía de espaldas a mi mirando por la ventana, esperando que estuviera lista. Mientras me acomodaba no podía dejar de pensar en Victoria (perdoname), las lágrimas caían sin parar pero todavía no era consciente de todo lo que significaba haber dormido con Francesco. En el momento lloraba por inercia.
Salí del departamento sin mirarlo a la cara. Caminaba un poco perdida y acongojada. No quería llegar a ningún lado porque tenía que hacer algo que no quería hacer: afrontar las cosas. Entré a mi departamento y me acosté sin pensarlo. Perdoname, perdoname.
No me permití pensar porque eso implicaba cosas como "qué idiota sos Api" y muchísima gente me lo iba a decir cuando supiera lo que pasó, así que no necesitaba retarme sola. Simplemente me dormí. Insisto, perdoname.

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