jueves, 16 de noviembre de 2017

Sin-Santiago

Siento mucha tristeza. Y me siento egoísta, porque sé que mi tristeza no es la suya.
La de su mamá, que no sé cómo se llama. Ni la de su padre, ni la de Sergio, su hermano, que además de perder un par fue víctima en primera persona de la oscuridad del Estado.
No puedo ni pensar en si tiene abuelos, que habrán muerto de dolor en su búsqueda y dolorosa aparición.
Ni hablar de sus amigos, que en algún momento habrán pensado que era un loco por tener semejantes ideales. Amigos que no se dieron cuenta de lo valiosa que era la lucha de Santiago. Y ahora lo vieron, en esas fotos que no tendríamos que haber visto. Y ahora saben lo importante que era el pibe.
No sólo presenciamos la desaparición FORZADA de una persona. Vimos morir a alguien que era oro en este país. Alguien que, sin tener por qué, luchaba por derechos del otro. Una persona desinteresada que ayudó a una minoría reprimida. Y murió en el intento.
Nunca me hubiera imaginado pensar que es peligroso marchar en contra de la masa poderosa. Lo ví en las películas de historia argentina y, como era en pasado, me pareció sólo una trágica historia. Una historia horrible que se vuelve a hacer presente.
Me duele en el alma, porque es persona y tiene una familia que ya no espera que llamen a decir "lo encontramos". Duele la desesperanza, duele la verdad que aún no sabemos.
Me duele en la patria, porque no sé qué hay que hacer ahora. No sé si esto es el comienzo de algo, y me duele saber que esto no es el fin de la corrupción y la mentira. Es otra mancha en el historial.
Me duele en la maternidad, porque en estas situaciones uno se pregunta para qué tenemos hijos si el mundo está horrible. Es como invitar gente a tu casa y que esté todo enquilombado.
No tengo la fuerza de escribir que ahora hay que buscar la verdad y hacer justicia. No tengo ganas de decir que hay que tener memoria y nunca olvidarlo.
Ahora sólo hay dolor.
Te pido perdón, Santiago, Argentina no te merecía.

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