jueves, 6 de febrero de 2020

CRAC

Mi mamá siempre me dijo que a la amistad no le pasaba el tiempo. Que podías pasar años sin verte y que al encontrarte todo iba a ser igual que antes.

O me estaba mintiendo, o yo no tengo amigos.


Cuando recibí el mensaje de Flor para juntarnos, porque me extrañaba, lo primero que pensé fue que qué pereza me daba. Pero claro que le dije que sí, si somos amigas.
Lo que no esperaba, era que al abrirle la puerta, y saludarnos con esa falsa confianza, ambas notáramos que ya no nos conocíamos.
Lo primero que hice fue preparar mate, porque no podía mirarla a los ojos sin sentir que estaba hablando con una desconocida.

-Tomás dulce?

-No me gusta dulce, pero sí queres toma vos.


Atrapada en esa cocina con una situación que me negaba a reconocer, sentí pasar mi vida entera. Pero cada vez que chequeaba el reloj con disimulo, las agujas me decían lo contrario. Conversamos un rato sin llegar a ningún lado, sin contarnos nada, sin hablar del elefante en la sala.
Estoy segura de que tanto ella como yo pensamos juntarnos para decir "che, qué pasó que no nos vimos más?", y cuando nos vimos nos dimos cuenta de cuál era el motivo. En una de esas peleas estúpidas que tuvimos, algo y alguien se rompió. Y a veces lo roto no se puede arreglar.




Hubo un momento claro

en que algo se rompió.

Fue un momento específico,

y soluble.


A veces me agarran las dos de la mañana, 

desenmarañando, cuándo fue?

Claro que los motivos los tengo,

pero cuándo me di cuenta de que todo era diferente?


Hay un punto de inflexión,

claro como el agua.

Entre la niñez y la adultez,

probablemente en la adolescencia, 

bah, en la adolescencia todo se rompe.

Pero hay un quiebre que te cambia la vida, la mirada, la energía.



El momento específico en el que dejas de pedir los tres deseos cuando soplas un año más.

Ese año más que, por primera vez, te da lo mismo tener.


A partir de este momento dejas de querer hablar sobre "la felicidad",

porque tenes miedo de reconocer con tus amigos que no sos más feliz.

No sé si algún día lo fuiste,

pero sí un día te despertaste y lo supiste:

no soy feliz.


De acá en adelante, todo tiempo pasado parecerá mejor,

porque cualquier cosa te parece mejor que ahora.

Cada recuerdo de facebook, cada foto vieja, 

te va a causar nostalgia, tristeza, 

y va a reafirmar lo que sospechabas:

ahí tenías algo que hoy perdiste.


La ingenuidad.


Esa traidora que te hace soñar con grandezas,

con el trabajo de tus sueños, 

con vivir solo,

con darle a una sola persona todo el amor que tenés.


En uno de esos piletazos que te mandaste,

te comiste el cemento.

Pero al tiempo te curaste.

Lo que no se curó fue haberle tomado miedo al agua.


Desde ahora vas a preferir mirar desde el borde como juegan todos en la pileta.

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