viernes, 4 de septiembre de 2015

Capítulo cinco

Me levanté y el día estaba en ese color y sensación en que no sabes qué hora es. Confundida me senté en la misma silla de ayer a fumar y pensar. No, todavía no había pensado suficiente. La idea era torturarme con todo en un par de días y dejar de sufrir, no en cuatro meses acordarme de algo nuevo y llorar, ¿se entiende?
Sonó el portero, y me reubicó en el contexto. Pensando que era mi mamá para hincharme las pelotas, atendí para avisarle que estaba viva y que no me jodiera.
-Estoy viva.
-¡Sabía que ibas a estar acá! Abrime ya- demandante y con un toque de humor, Victoria abajo de mi departamento.

-No me importa si te parece bien o mal que venga a darte cátedra del duelo porque vos no tenes discernimiento del bien y el mal. Te pido que me escuches y que no te suicides mientras te hablo, ni cuando me vaya, porque me daría culpa. Si te vas a matar que sea mañana, ¿ok?
Probablemente te hayas pasado toda la duración del velorio sentada donde estás fumando y llorando, pensando lo mala amiga que fuiste y que es tarde para remediarlo. No era tarde, como amiga de Aldana debías acompañar a su papá que sabés que está solo, ¿ves? Sos tan putamente egoísta que no te das cuenta de nada. Y no, no estoy acá para hacerte sentir bien, estoy acá para probar por última vez a ver si te podes bajar del trono y mirar al resto. Vos lloras desde allá arriba mientras el resto de abajo se come tus mocos. Entonces, ¿para qué lloras, para qué pedís perdón? Si sos así, la reina del drama, el ombligo del mundo. Demasiado ocupada diciendo que sos un desastre para acomodarte o reivindicarte.
Me dolió mucho cuando me enteré lo que pasó por dos cosas, uno porque si hubiera sido un día antes yo estaría acá abrazandote y controlando que no te mates, algo que dejaría tranquilos a todos, que obviamente no duermen sabiendo que estas acá con la peor compañía: vos. Por otro lado, siempre pensé que Aldana era la única persona que te entendía, por eso, aunque no se lo desmotraras, vivías pendiente o hablando de ella.
Si tuviera un deseo pediría que tengas la oportunidad de decirle que fue la persona más importante de tu vida y que te saques de encima ese peso, pero no va a pasar. O sino pediría una charla con ella y que me dé la fórmula para entenderte, pero no lo mereces.
Estoy sorprendida de que estés acá y no hayas intentado bajar a piedrazos el obelisco, no hayas acampado en los Bosques de Palermo, o no te ya hayas inscrito en el ejército. Sorprendida bien, eh. Podes tomarte los días que sean necesarios para estar encerrada y si no queres salir ni a comprar puchos, yo te voy reponiendo; no te bañes si te da paja; comé día por medio para no desmayarte. Lo que si te digo es que seas cuidadosa cuando salgas a la calle porque ya no tenés 18 años y tus viejos no tienen por qué bancarse tus locuras. En serio, Api, mirame.


Durante todo el monólogo miré para abajo porque había intentado fingir desinterés, pero no podía evitar escucharla y pensar que tenía razón en todo. Tenía razón. Extrañaba a Aldi. Me quería matar. Abrazame, Victoria. Qué linda es cuando me caga a pedos. Mi amiga se murió. Victoria no se va a quedar a dormir hoy. Mañana no me va a caer a almorzar Aldi. No voy a tomar una birra con Victoria. No voy a salir a correr con Aldi.
Levanté la mirada y sé que mis ojos le pidieron a gritos que fuera cuidadosa. Estaba más vulnerable que nunca y actuaba por inercia, no pensaba en otra cosa que morirme. Cuando la miré vi un segundo de distracción de Victoria, esos en los que se le caía la careta y tenía una expresión auténtica. Le pasaba cuando se sorprendía, pero las disimulaba bien. Al ver mis ojos desesperados, se aflojó, pero no fue más que un segundo, y volvió a ser una perra fría.

-De una vez por todas, crecé y no atentes contra tu vida, ¿puede ser?
-La mejor manera de no romper promesas es no hacerlas- le contesté con cara de basura. En realidad, no sé por qué mi pintó amenazarla con mi vida, cuando sabía que a ella no la iba a convencer de nada.
-Y no, claro. Es más fácil ser una pendeja bien hija de puta antes que madurar y comportarte como una mina. Al final, cuando juntes los huevos para matarte, nadie se va a dar cuenta porque vas a estar sola. Capaz que hacer teatro es más divertido cuando tenés público, no cuando lo atacás y se va.
Sé lo importante que era Aldana para vos, que era tu timón y tu vocera. Pero ahora sé inteligente y hablá vos, manejá vos tu vida. Hiciste mal en depender de alguien. Para sobrevivir tenes que aprender a amar sin depender de nadie, avivate, boluda.

Se paró y se fue. Conocía al portero así que siempre se ahorraba tener que pedirme que le abra y hacía salidas triunfales.

Cerró la puerta y me dolió. Empecé a llorar acongojada de nuevo, ese llanto que cuando tragás hace ruidito y cuando respiras suena como un gemido. El llanto supremo. Pensaba en Aldi, en lo que me dijo Victoria, en que le fallé por última vez a Aldana, en que mi papá debe estar abrazando a mi mamá mientras llora. Cada vez eran más las cosas que tenía que pensar, y me dolía la cabeza, literalmente, de llorar.
Necesitaba urgentemente hacer algo que me hiciera sentir bien. No, bien nunca iba a estar. Necesitaba algo que me hiciera sentir -un poquito- menos miserable. Pero no tenía quién pudiera hacerme sentir mejor (menos peor). Por no preocuparme por el bienestar de los que quería, dejó de importarles el mío. Es bueno saber que cuando sos durante mucho tiempo una conchuda, la gente se hace inmune y terminas envenenandote sola.

Pensé, ¿qué puedo hacer?
Pensé y re pensé.

Y se me ocurrió:

Todos los veranos que me fui de vacaciones con Aldi, las dos hinchamos las bolas para hacernos tatuajes de gena, esos que son re gronchos y que duran un mes o algo así. Siempre nos hacíamos lo mismo: ella el sol y yo la luna. Ella era radiante y cálida, yo era fría y oscura como la luna. Además -me di cuenta más adelante- la luna necesita de la luz del sol para brillar.
Quería tener algo que me hiciera sentir que ella estaba conmigo, y a la vez quería tomar el consejo que me había dado Victoria, agarrar el timón y hablar por mi.
Cuando éramos más pendejas le poníamos arabescos y detalles mersas a esos tatuajes de playa, pero a medida que crecíamos los hacíamos más serios. En realidad nos queríamos tatuar eso, pero nunca nos dejaron y después nos colgamos.
Me vestí y salí a caminar, en busca de algún antro que hiciera tatuajes. En el momento me pareció más importante tenerlo instantáneamente que un buen resultado o no contagiarme sida. A unas ocho cuadras de mi departamento encontré un lugar que nunca había mirado, tenía fotos de gente "famosa" mostrando unos tatuajes oscuros y tumberos. Eureka.

-Quiero una luna y un sol. Simples. Ahora. Acá.

El barbudo me miró raro porque no tengo la pinta de caer en ése lugar a tatuarme las dos gambas, pero se arrastró en la silla de oficina, con el pecho en el respaldo, y me pasó una carpeta de soles y lunas de mierda. Elegí los menos peores mientras él pensaba cosas y se rascaba la barba con los dedos pulgar e índice, así como hace la gente cansada.
Hubo unos diez segundos de miradas incómodas cuando nos dimos cuenta de que tenía puesto un jean y me lo tenía que sacar sí o sí. Pensé muchas cosas horribles, pero la música heavy no me dejó escucharme. De un tirón estaba acostada en la camilla con el pantalón en los tobillos.

-¿Te molesta si...?

Lo miré y tenía un faso en la boca, con el encendedor ahí cerca. Fue como entrar a un lugar y golpear de adentro, ya está, ya lo hiciste. Asentí con la cabeza, no me molestaba, qué se yo.
Con solo dos manos, me tatuaba, fumaba, lo prendía de nuevo, se secaba la nariz sudada y se rascaba la barba. Mientras yo sufría y resoplaba. Se sentía como un dolor ardiente que no era constante, pero tapaba mi propio dolor, y cada vez que me asomaba veía más tinta en mi piel, y más me gustaba.

-Hm, no sé si... ¿Fumás? ¿Querés? No es de desubicado que te convido pero capaz que fumas y yo re careta fumé solo...
-No fumo, pero quiero.

Es que pensé que cuando me fuera a tatuar iba a ser como en Miami Inc. y yo iba a contar por qué me lo quiero hacer y llorar y un buen momento. Pero no me hablaba, así que pensé que compartiendo el porro (que también pensé que iba a relajar el dolor de la piel), íbamos a tener más conversación. Teniendo en cuenta que recién llevaba un cuarto del tatuaje y yo estaba aburrida.

    Al final, resultó mi idea. Terminamos hablando un montón de la vida y me contó que un amigo suyo había muerto en un recital de nosequé y se había tatuado toda la espalda con un collage de cosas que lo recordaban a él. Me confesó que cuando entré pensó que me había equivocado de lugar y que no le había caído bien, se disculpó por haberme prejuzgado y nos reímos un poquito. Me ofreció un birra, y al final terminamos cagandonos de risa. Y cuando terminó el tatuaje, a la nochecita, me fuí con mi sol y mi luna, que la rompían.
    Bah, en realidad a la segunda cerveza me di cuenta que estaba retrasando el tatuaje para que me quedara. Se quiso hacer el vivo, pero le dije que terminara porque me tenía que ir. No le cayó bien mi comentario, así que lo terminó medio a las apuradas, pero estaba muy bueno. Me fuí enseguida porque estaba incómoda.
    Bueno, yo estaba medio escabio y re volada así que puso su mano en un lugar desafortunado y yo me enojé y se lo dije mal, pero no me fuí sin terminar el tatuaje porque había ido a eso, además él malinterpretó mis señales. El tatuaje era medio oscuro pero me dijo que cuando cicatrizara se iban a notar más los detalles.
    La verdad es que me emborraché y tuve sexo con el gordo asqueroso. Y el tatuaje me quedó muy como la mierda.

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