El 4 de septiembre desperté en mi casa en Kobane y no se sentía como en mi hogar. Estaba ahí por un motivo que no me dejaba disfrutar de mi casa, mis cosas y mis recuerdos. Todo ahí era una demostración de que mi familia estaba desarmada.
Me puse mi ropa de duelo mientras evitaba pensar; en mi cabeza se reproducían escenas de Aylan y Galip jugando en el jardín, o de Rehan cocinando cuando llegaba a casa. Ese era un lugar al que se le había arrancado el calor, el amor de la familia, la alegría de los niños. Ese lugar, sin ellos, dejaba de ser mi hogar. Yo ya no tenía un hogar.
Caminé por las calles que antes me hacían feliz, pero mi alma estaba hecha pedazos. Mientras recorría los lugares que frecuenté durante casi toda mi vida, me preguntaba cómo hace un hombre para caminar o respirar cuando su familia fue arrancada de sus brazos con tanta crueldad. Desde el día que perdí a mi esposa y a mi hijos intentando alejarnos de la guerra, no pude dejar de preguntarme por qué ellos y no yo, o por qué mi familia tenía que ser destruida por algo que no merecíamos. ¿Hacia dónde está mirando Dios cuando permite que un niño de 5 años y otro de 3 sean arrebatados de las manos de sus padres por el agua? ¿Cómo debe sentirse un padre que no pudo salvar a su familia? Miles son las preguntas y no se encuentran respuestas. Vivo por inercia y no veo luz al final del túnel, me siento perdido.
"Mi familia entera se ha muerto, ahora son mártires, pero espero que puedan socorrer a los que todavía necesitan ayuda", fue todo lo que pude decir frente a los periodistas que me agobiaban con preguntas. Es agridulce el hecho de que una foto de mi hijo haya repercutido tanto: por un lado, cada vez que veo esa foto de Aylan en la orilla del mar, mi corazón se hace pedazos; pero por el otro, sé que esa foto fue el motivo de que muchas otras familias recibieran refugio en muchos países, y tengo esperanza en que los gobiernos árabes revertirán la situación.
“Déjenme solo”, pedí a la prensa, disculpen si he sido grosero, es lo mejor que puede hacer un padre que ya no es padre y un marido que ya no es marido; hago lo mejor que puede hacer un hombre que ya no es nadie.
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