miércoles, 16 de enero de 2019

Mercedes

Estos peces creen que la realidad está dentro de los límites de la pecera. 
Su verdad es esta pecera. Pero si los cambiamos de pecera, conocerían una nueva verdad. 
A los humanos nos pasa lo mismo: creemos saber cuál es la verdad en cada momento, hasta que conocemos una nueva.


La columna del diario del sábado inquieta los pensamientos de Mercedes, mientras se cocinan las tostadas y se enfría el café. La brisa matutina que entra por la ventana remueve sus sentidos. Piensa que el aire tiene olor a mañana, y se pregunta si será así en todos lados, o si será cosa de pueblo, o suya. Al final, concluye que los olores: mañana, café, tostadas recién hechas y papel de diario combinan excelente. Será por eso que desayunamos café y pan tostado con manteca mientas leemos. Por su armonía sensorial.

Sale a la calle con sus botas un poco gastadas, las de ecocuero que en realidad son de plástico, y comienza la sinfonía de hojas; ese ruido que cuando uno es chico es lo más divertido, y cuando es grande las esquiva porque le da vergüenza llamar la atención. Mercedes prefiere esquivarlas, aunque adora el olor que levantan las hojas al pisarlas. Disfruta el momento en que algo tan etéreo como es el otoño se convierte en algo tangible: acá está el otoño, este olor es el otoño. 
Lo mismo siente con el perfume de tilo que tiene la plaza principal en primavera. Un perfume francés llamado Navidad, que como es tan exclusivo lo usa sólo para la ocasión.

Teme que algún día, recorriendo la plaza, pisando o esquivando las hojas, se halle a sí misma en un lugar monótono, y descubra que no es ahí donde quisiera estar. En un agujero, como lo sienten algunos.

Es difícil reconocer si uno está donde quiere estar cuando ni quisiera se encuentra disgustado. Ella no es infeliz, pero tampoco siente la felicidad en concreto. Es el gusto a nada lo que la inquieta, -mentalmente-, porque a simple vista su vida es quieta. Quietísima.



Mercedes conoce y ha vivido en grandes ciudades, y le gustan todos los lugares que ha conocido. Pero se siente pequeña, como un renacuajo en el océano. Y siempre vuelve al estanque. Porque en esa vida reducida, ella está a gusto. A pesar de eso, no logra resolver si es ella más feliz así o simplemente no puede salir de su popular "zona de confort". 

Por eso odia las frases de autoayuda, porque siempre la hacen pensar sobre sus decisiones y no le gusta. Porque en realidad la pobre ni sabe lo que quiere.


Todos sus conocidos recorrieron el mundo o el país, vivieron en muchos lugares diferentes y probaron realidades que le quieren vender como ideales a Mercedes. 
Pero ojo eh, que hay que estar muy bien con uno mismo para escuchar el silencio de la noche del pueblo sin remordimientos. Tal vez la gente fanática de viajar y de las ciudades grandes tiene miedo de quedarse quieta y callada. Tal vez Mercedes no es mediocre sino real. Igual eso no quita que sea aburrida la pobre.

Pone la pava a las seis de la tarde y toma unos mates en la cocina, con el ruido de la hornalla. Y aunque a veces se siente insegura, ella se regocija pensando que si ladran -Sancho- es señal en cabalgamos. Y hay que tener ovarios en el pueblo para cabalgar aunque te ladren toda la vida.

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