Muchas veces me pregunto de qué hablaríamos si estuvieras acá. Si hablaríamos de política, de feminismo, de series o novelas, del desamor o de la muerte.
Vuelvo en el tiempo a reproducir nuestras conversaciones y siempre son banales, son ajenas y superficiales. Pero siempre tenemos las manos agarradas, y nos miramos a los ojos y nos reímos, nos reímos a carcajadas con las manos bien apretaditas.
Mi inconsciente intenta llamarte casi todos los sábados después de almorzar. A ver qué haces, a contarte qué hace Felipe.
Por ahí la que te llama es mi consciencia, buscando que nos peleemos a ver quién ama y extraña más a la otra. Buscando alguien que me recuerde que soy importante.
Cuando vos te fuiste, perdí a la persona que más me quería en el mundo. Volví a perder una madre, y enterré mi infancia. Todo en 36 horas y casi mil kilómetros de recorrido.
Fuiste la única persona con la que tenía la costumbre de abrazarla y decirle que la amaba siempre que quería hacerlo.
Hasta te dí un abrazo, sabiendo que sería el último. Te abracé llorando y te prometí que iba a volver pronto. Y volví pronto, pero vos ya no estabas.
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