miércoles, 16 de junio de 2021

Mundial de escritura, Día 13 (describir usando enumeración de objetos)

 Ayer me llamó tu mamá para avisarme que estabas internada. Fui a verte y no pude pasar a la habitación. Según me dijeron tuvieron que lavarte el estómago porque habías tomado un blister de pastillas.

 Cuando me encontré con tu familia pensé que estaría bueno que, así como fotografiamos los momentos felices, acostumbráramos a congelar los momentos de mierda. Para que pudieras ver la cara que tenían. Te mereces verla. Me dijeron que pasaste todo el día discutiendo con Nicolás, que llorabas, que gritabas y que lo echaste de tu casa. Tus papás le tocaron el timbre a la vecina para saber si sabía algo de vos cuando no respondías el teléfono. Y qué suerte tuviste que lo hicieron, porque sino estarías muerta. Mientras estuve en el hospital vi a tu hermano sentado en una silla, con los codos apoyados en sus rodillas y la mirada completamente vacía. Esperaste que tu hermano se tomara un fin de semana con la novia para atentar contra tu vida. Aún cuando él es quien dedica su vida a estar con vos. Aún cuando es uno de los pocos que sigue a tu lado. Además de ver la foto, te mereces sentir lo frustrante que es querer cuidarte. Lo frustrante que es quererte. Lo frustrante que es ilusionarse con un buen día tuyo, que muchas veces termina en tragedia. La inocencia con la que tu hermano cree las veces que decís que vas a dejar, solo habla del amor incondicional que te tiene. Y cuidado, porque el resto no te quiere menos, sino que nos cuidamos más. Quererte a vos es como tener una bomba atómica de mascota. Tu papá me llamó aparte, con esa cara de nada, con esos ojos que aún ignoran tener una hija adicta, para pedirme que fuera a tu departamento a buscarte un bolso con ropa. Pobrecita, la nena, necesita ropita limpia. Que la nena tenga la panza llena de pastas, pero la ropita impecable. Acepté, aunque supe que estaba violando tu privacidad, porque si no iba yo, tenía que ir tu madre. O peor, el pobre loco de tu hermano. Abrí la puerta, conociendo la maña, y subí las escaleras, como miles de veces lo hice en el pasado. Puse la llave en la cerradura pensando que lo que viera después sería una imagen difícil de borrar. Estaba en lo cierto. Tu monoambiente todavía olía a naranja, por el mismo difusor que usas hace años. No lo puedo negar, ese lugar y ese olor me hicieron viajar a épocas más felices. La cama estaba totalmente revuelta, algo que llama la atención porque nunca la desarmabas del todo. Entonces sólo significa que tuviste mucho sexo. Y los dos preservativos usados que están al lado me lo confirman. Eso pasa cuando te cojes un chabon de mierda, te caga la vida y te deja el preservativo tirado en el piso. O los preservativos. El cenicero estaba colmado de colillas. Sobre la mesa también hay un whisky por la mitad y un anotador. Lucho con todas mis fuerzas por no tocarlo. Pero tiene anotados muchos partidos de truco y un dibujo tuyo firmado por Nicolás. Es un hijo de puta, pero dibuja bien. Mientras buscaba tu ropa en el placard vi el blister de pastillas vacío y apoyado sobre la caja. Dentro de la caja hay otro lleno. Sospecho que no querías morirte, sino llamar la atención. Otra vez. Y otra vez llamaste la atención, pero la equivocada: la de todos, menos la de Nicolás. También note que aún conservas el perfume que te regalé, y que le queda poco. La parte estúpida de mi cerebro piensa que te lo va a comprar de nuevo, pero yo le digo que no, porque mereces que se termine y te des cuenta que algunas cosas no están siempre.

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