sábado, 5 de junio de 2021

Mundial de escritura, Día 3 (contar una derrota humorísticamente)

 Con el café cortado en la mano, y una tostada con huevo revuelto en la otra, Carla visualiza en el calendario el próximo 5 de junio. “Cae sábado”, piensa para sí misma. Termina de desayunar y vestirse al mismo tiempo, mientras que Mariano lentamente se levanta y se acerca a la cocina. Se saludan cariñosamente, pero con el apuro de una persona que debe estar en la otra punta de la ciudad en menos de cuarenta minutos.

 En el camino, atorada por el tráfico, Carla tiene tiempo de pensar en el próximo sábado. Es su quinto aniversario de matrimonio, y se le ocurrió darle una sorpresa a su marido, ya que hace rato el trabajo está demandando más tiempo del que debería. Dispuesta a enmendar su ausencia en el hogar, piensa en un regalo, en una sorpresa, en un menú diferente. Algo se le tenía que ocurrir. Llegado el sábado, luego de una dura semana en el trabajo de Carla, Mariano se levantó después que ella y la saludó con un beso en la frente. Compartieron unos mates y ella salió de compras. Antes de salir, le advirtió: -A la noche ponete lindo que salimos. El plan era ir a cenar a un restaurant que a ambos les gustaba, ya que no disponían del tiempo ni del dinero para tener una gran celebración de aniversario. Sin embargo, Carla sentía que debía hacer algo distinto, por más sencillo que fuera, para demostrarle a su amado que el trabajo no podría opacar nunca sus sentimientos. Así fue como terminó dentro de un sex shop, siendo asesorada por una señora muy exótica, que explicaba muy detalladamente para qué se usaba cada artefacto y dónde se colocaba. Tratando de dejar de lado prejuicios y pudores, observó todas las opciones, y decidió llevarse unas bolas chinas. Luego pasó por una lencería y compró un conjunto de encaje negro con transparencias. La cena, el juego previo, y una noche de sexo debían ser suficientes para enmendar sus cosas con Mariano. A las diez los dos estaban listos: él eligió una camisa blanca con un pantalón color beige, y ella se puso un vestido negro sobre la rodilla con unas sandalias rojas. Antes de salir, Carla lo llamó desde el baño: -Vení amor, ¿me ayudas? - Pero, ¿no estabas lista ya? - respondió él entrando al baño. Al verla con las bolas en la mano, Mariano lanzó una risa y la beso abrazándola por la cintura. Luego la hizo inclinarse y colocó las bolas en su lugar. Sin pasar desapercibida la bombacha nueva, que ya era su favorita. Cómplices y enamorados, llegaron al restaurante, donde su reserva los estaba esperando. Se sentaron en la mesa y pidieron un vino tinto. A cada movimiento, Carla sentía el estímulo del juguete nuevo y sentía cómo su cara se prendía fuego, delatando su secreto. Al rato de llegar, ella comenzó a sentir un exceso de sudoración, y se ponía más nerviosa cada vez que las bolas se movían y la excitaban. Dando por realizada la fantasía, se dirigió al baño a retirarse el juguete para poder comer tranquila. Se las quitó, las guardó en la cartera y volvió a su mesa. Cenaron pastas, pidieron otro vino y aún faltaba la sorpresa del postre. El mozo buscó la mirada de ella a través del salón y ella asintió. Y en cuestión de segundos salió otra moza de la cocina con una torta con velas mientras sonaba el feliz cumpleaños en todo el restaurant. -No, no, ¡no es un cumpleaños! -los detuvo ella. Alterada por el error y avergonzada por el exceso de atención, Carla intentó pararse de golpe de la mesa para detener a la moza, pero enganchó con su sandalia la correa de la cartera, haciendo que cayera desparramada junto con su silla. La mano de su marido bajando el vestido para taparla hizo que volviera en sí. Y al incorporarse pudo ver su teléfono, la billetera, y todo lo que había en la cartera, incluidas las bolas chinas, en el piso. Ayudándola a pararse, Mariano intentando contener la risa, exclamó en el oído de su esposa: -Igual, es el cumpleaños más divertido que tuve.

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