sábado, 5 de junio de 2021

Mundial de escritura, Día 6 (el destino de un personaje se ve interrumpido)

El día de Carmela comenzó con una llamada telefónica de su padre, quien vigorosamente la alentó: -¡Vamos que hoy es tu día! ¡Hoy se me casa la nena! Finalmente el día había llegado, luego de meses de planificar su boda con Marcos. Múltiples wedding planners, infinidad de posibilidades, dress codes, pruebas de catering y de maquillaje. Cada detalle había sido escogido minuciosamente por los novios, y sus cuatro padres. Más de una vez salían los seis enojados de algún sitio, frustrados por no poder ponerse de acuerdo. Pese a la innegable invasión de parte de los padres, la pareja disfrutaba compartir con ellos las elecciones. En definitiva, los que pagarían la mayor parte de los lujos, eran ellos. Mientras Carmela desayunaba su té de manzanilla, recibió a la maquilladora. Escogió un maquillaje suave, en tonos color durazno, que combinaría con un mono color manteca. Sobria y elegante. Por decisión de ambos, Marcos se iría temprano a la casa de su amigo y testigo de la ceremonia. Así respetarían la tradición de que el novio no vea a su futura esposa antes de casarse. Juan Cruz era amigo desde los comienzos de la pareja. Desde que estudió en la facultad con Carmela se habían hecho inseparables, y cuando Marcos apareció en su vida no dudó en incluirlo en el grupo. Mientras Carmela pasaba horas alistándose para el civil, él jugaba a la play station echado en sillón con Juan Cruz. Cerca de las once de la mañana le dio calor y se tomó una cerveza. Y otra al hilo, aunque nunca tomaba alcohol. Después de la cerveza, se entró a abañar. En la ducha fresca, un poco mareado por las cervezas en ayunas, comenzó a imaginarse cómo sería su vida a partir del día siguiente. Se casaría, tendrían un banquete, irían a estrenar el departamento, tendrían sexo cansados, y se despertaría al lado de su esposa. Para siempre. Se tomó quince minutos bajo el chorro de agua fría. Sentía que al salir, todo sucedería rápido, todo cambiaría para siempre. Fue consciente por esos quince minutos, que ese día era un día bisagra. En su historia, ese día sería uno de los destacados. Y el frío del agua. Y las dos cervezas. Cerró la canilla y se secó tarareando una canción. -¿No te pasa a veces que tenes ganas de hacer algo completamente estúpido?- le preguntó a Juan Cruz mientras salía del baño. -No me vas a decir que te arrepentiste. -No, para nada. Pero me agarró esa sensación de que tal vez no hice todo en mi vida, no sé, por ahí soy un estúpido. -¿Y qué es lo que queres hacer? -Probablemente soy un desubicado, pero ahora tengo ganas de besarte. Se miraron en silencio por unos segundos y Juan Cruz lo agarró de la nuca y lo besó desesperadamente. Se besaron con la intensidad de una persona que se casa ese día, con la adrenalina de un peligro estimulante, con la torpeza de una primera vez de dos hombres. La toalla de Marcos se cayó y no intentaron levantarla. Caminaron besándose con los ojos abiertos hasta la habitación, y se dijeron todo con los cuerpos. Los dos gozaron como nunca antes lo habían hecho. A la una de la tarde, Carmela entró al civil acompañada de su padre, y besó ligeramente en los labios a un Marcos radiante. Para las tres, eran marido y mujer. Comieron, tomaron, tuvieron sexo y se durmieron abrazados.

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